Imprescindibles: "El pan nuestro de cada día" (1934)

⭐ A un matrimonio le ceden una finca para cultivar, pero como no tienen conocimientos, deciden crear una cooperativa para compartir el trabajo.

 Es El pan nuestro de cada día un experimento histórico del siempre innovador cineasta King Vidor, quien salió del sistema de estudio para hacer este drama audaz y con los pies en la tierra sobre la vida comunitaria.

Sinopsis

 Una joven pareja de urbanitas, John (Tom Keene) y Mary Sims (Karen Morley), sin recursos, se enfrentan al desahucio por falta de trabajo. El tío de Mary (Lloyd Ingraham) les propone hacerse cargo de una granja abandonada.
 Ignorantes sobre la agricultura, la pareja acepta, sin embargo, y tienen la suerte de conocer a un granjero sueco (John Qualen) que ofrece su ayuda. A medida que la granja comienza a prosperar, John se inspira para formar un colectivo e invita a otros a ayudar a cultivar y compartir las ganancias. Sin embargo, comienzan a tener dificultades cuando se produce una gran sequía.

Crítica

 King Vidor, inquieto, nunca satisfecho por sus éxitos comerciales, realizó esta película innovadoramente bien dirigida. Experimenta con ideas rusas de montaje, y se las arregla para hacer un gran final de los granjeros cooperativos cavando una zanja para regar un campo de maíz, haciendo un poco de trampa al realzar la escena con una partitura orquestal. Las concepciones visuales rítmicas están bellamente realizadas, pero la actuación y el guion podrían ser mejorables.

 Es una película sofisticada en términos cinematográficos, pero algo primitiva en términos dramáticos: sufre de un pensamiento torpemente simple y de la virtud excesiva atribuida a los personajes del hombre común. 

 Sin embargo, el estilo visual de El pan nuestro de cada día se basa en el trabajo de los cineastas soviéticos Eisenstein y Pudovkin. El clímax de la película, la construcción del sistema de riego, se presenta como un tributo consciente a la teoría del montaje de Eisenstein. Vidor trató la realización de la zanja "de una manera que imaginé que usaría un coreógrafo para trazar los movimientos de un ballet", orquestando así cada movimiento de la apertura de la barrera y el torrente de agua. Fue la escena más larga de filmar, tomó diez días de ensayo y rodaje. Para el sonido, Vidor usó un metrónomo y un bombo, y el compositor Alfred Newman escribió tempos rítmicos.

 La ferviente sinceridad y el trato directo de Vidor le dan a la imagen cierto encanto, si no credibilidad. La película ignora las condiciones reales de producción agrícola y la creciente migración de agricultores a las ciudades de la época. Pero por válida que sea esta crítica, el idealismo humanista de Vidor seguía siendo la única voz de director en la década de 1930 que realmente defendía las granjas cooperativas como una alternativa económica radical. Los valores colectivistas y los estilos de vida comunitarios rara vez fueron tomados en serio por Hollywood y la cultura dominante.

Trasfondo

 Inspirada en los titulares de la época, este filme es una fascinante cápsula del tiempo del período del New Deal, y un raro ejemplo de una película estadounidense independiente de la época. Un cineasta establecido con dos importantes éxitos críticos a su nombre, Y el mundo marcha (1928) y El gran desfile (1925), King Vidor pagó esta película de su propio bolsillo cuando los estudios le dijeron que era demasiado realista.

 En El pan nuestro de cada día, Vidor muestra nuevamente su creencia en las funciones rehabilitadoras y regeneradoras de la vida en el campo. Profundamente perturbado por el desempleo y la baja moral de la Gran Depresión, Vidor buscó canalizar ese sentimiento generalizado en esta película. "Quería sacar a mis dos protagonistas de Y el mundo marcha", recuerda Vidor, "y seguirlos a través de las luchas de una típica pareja estadounidense joven en este período tan difícil".

 Vidor estaba seguro de que todos los estudios de la ciudad estarían encantados de producir su película. Primero recurrió a su amigo Irving Thalberg, quien lo había animado a hacer películas con conciencia social. Pero después de quedarse con el guion durante semanas, le dijo que no era apropiado para la Metro Goldwyn Mayer: lo último que necesitaban los estudios era una historia tan pesimista.

 Encontró el núcleo de la narrativa de El pan nuestro de cada día en un artículo de Readers’ Digest escrito por un profesor de economía, en el que proponía la organización de cooperativas como solución al problema del desempleo. Vidor concibió su película como un segundo tratamiento de las vidas del hombre y la mujer estadounidenses promedio.

 El pan nuestro de cada día aboga por el autosacrificio y la supresión de objetivos individualistas (egoístas) en aras de objetivos colectivistas más nobles. Es a la vez un filme ingenuo y utópico. En cierto modo, la película se adhiere a la doctrina del realismo socialista, centrándose en tipos sociales, en lugar de personajes individuales, y en el comportamiento cotidiano de la gente común.

 La película fue bien recibida por la crítica, pero no por el público norteamericano. Vidor llevó la película a Europa, donde se había labrado una reputación con Y el mundo marcha (1928) y Aleluya (1929). El pan nuestro de cada día ganó un premio de la Liga de las Naciones por su "contribución a la humanidad" y ganó el segundo premio en una exhibición cinematográfica anual en Moscú.

 Un fracaso de taquilla en su lanzamiento inicial, la película fue rescatada décadas más tarde por críticos y académicos cuando reexaminaron la carrera de Vidor como un importante cineasta estadounidense.

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